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miércoles, 11 de agosto de 2010

EL CAMINO DE SANTIAGO o la Ruta Sagrada de Europa


EL CAMINO DE SANTIAGO: La Ruta Sagrada de Europa
El 25 de Julio es el día de Galiza y antiguamente fiesta en todo el estado por ser Santiago el patrón de las Españas. Cada vez que ese día coincide en domingo, ese año es denominado Año Santo Compostelano, Año Xacobeo. Ese año se derriba el muro de la Puerta Santa de la catedral compostelana y aquellas personas que ponen rumbo hacia las tierras atlánticas del Finisterre, logrando superar el duro peregrinaje, son otorgados con el perdón según cuenta la tradición.
Federico Traspedra
El Camino de Santiago se ha recuperado del olvido, se han vuelto a llenar sus caminos de peregrinos en búsquedas personales, culturales, religiosas y espirituales. De nuevo cientos de miles de europeos y cristianos de otras partes del mundo, como antaño en la Edad Media, desde Polonia o Escandinavia, desde Francia, Bélgica, Irlanda, Inglaterra o Alemania vuelven a recorrer sendas olvidadas recuperándose así parte de nuestra memoria e identidad.
Pero también hay quien dice que el Camino se ha modernizado en exceso, casi se ha “profesionalizado”. Se ha convertido en una ruta turística. Y nadie lo pone en duda, pero al fin y al cabo creemos que son por lo menos diferentes los objetivos de sus viajeros-peregrinos. Para aquellas ciudades y muchos pueblos olvidados que están en el Camino, ha supuesto la recuperación del patrimonio artístico y etnográfico al borde de la ruina. Igualmente sin duda su revitalización ha sido una buena fuente de ingresos, así como lo fue también en la Edad Media, con las diferencias sustanciales que podemos imaginar. Son signos de los tiempos que vivimos.
LA LEYENDA DEL APOSTOL
Los orígenes de la aparición del Apóstol Santiago el Mayor- hermano de San Juan el Evangelista- en las tierras galaicas, son fruto del sincretismo de leyendas de origen pagano y cristiano. La Antigua Religión de aquellas tierras -el paganismo céltico- y la Nueva Religión -el cristianismo- conformarán una ruta sagrada para millones de europeos.
Es preciso recordar que en vida de Jesús, Santiago siempre estuvo presente en los momentos de mayor trascendencia. Se encuentra así entre los testigos de la pesca milagrosa, como símbolo de tarea espiritual. Y según el Evangelio de Juan, se encuentra en el coloquio cuando se consagra a Pedro como cabeza visible de la Iglesia. A su vez Santiago fue uno de los tres apóstoles a los que Jesús reveló su gloria divina. Santiago es decapitado por orden de Herodes Agripa I, sin poderse precisar entre los años 41 y 44 d.C.
En tiempos del rey astur Alfonso II, educado en el monasterio gallego de Samos, allá por los 30 primeros años del siglo IX, se tienen las primeras noticias del “descubrimiento” de los restos del Apóstol. En el año 800 gobernaba sobre buena parte de Europa el emperador Carlomagno. Parece ser que el rey Alfonso II hizo que se le comunicase al emperador carolingio de dicho prodigio y hallazgo en aquellas tierras brumosas y atlánticas, libres del poderío musulmán del Califato de Córdoba en nuestra península. Alfonso II le otorga al obispo de Lugo la sede bracarense. La frontera se extiende allende el Duero llegando hasta el Mondego, siendo conquistada Coimbra en el 878 por el conde gallego Hermenegildo Guterres. Con Alfonso III (866-910) los límites del reino son prácticamente los del antiguo reino suevo, desde Cantabria hasta Lisboa.
El propio Sánchez Albornoz reconoce que en esta época, a los reyes de Oviedo en la España ocupada por el Islam y allende Pirineos, se les acostumbraba a llamar reyes de Galicia (Gallaetia). Autores hispano-musulmanes como Ibn Al-Qutiya, Ibn Al-Atir, Al-Maqqari llamaron Galicia a todo el noroeste peninsular, incluyendo en Galicia las ciudades de León y Astorga, así como Asturias y la sierra de Covadonga. Los reyes de Asturias-Galiza-León, sabían que necesitaban en su tierra una Autoridad espiritual independiente del primado de Toledo para complementar su Poder temporal. De ahí que surja el milagro de Santiago de Compostela.
Los restos se encontraban y desenterraban de la conocida “Arca marmórica”, que se intuye bien un dolmen, bien un cromlech. A su vez, el traslado del cuerpo del Apóstol traído desde Palestina, también tiene su leyenda pagana. En Iria Flavia, se desembarca el cuerpo y la barca que simbólicamente navega como el sol de Oriente a Occidente amarra en el conocido “Pedrón”. No es un noray ni una estaca cualquiera, sino un ara romana. Lo cierto es que Compostela, el lugar donde se descubren esos restos legendarios bajo ese dolmen, al parecer era ya un lugar de culto pagano como así lo atestiguan las sepulturas de tiempos pre-cristianos y reconocidamente visigodas que existen bajo la catedral santiaguesa.
Según la leyenda, una reina céltica pagana, la reina Lupa, impide desembarcar los restos del apóstol y aquí es significativo destacar el implícito simbolismo indoeuropeo que contiene la figura mítica del “lobo”.
La “luminarias”, la estrella que anuncia a aquellos cristianos galaicos la presencia de la tumba, es asimismo otro símbolo que será de importancia para la compresión de las primeras leyendas jacobeas. Así lo reflejará la heráldica de la ciudad compostelana, siendo la estrella y el sepulcro las enseñas de la ciudad, junto con la vieira o concha.
Ahora no vamos a disertar si son los huesos de Santiago el mayor o bien los del hereje gnóstico Prisciliano los que reposan en Compostela. Lo que es evidente es la carga de creencias paganas en torno al cristianismo de aquellos tiempos. Es un auténtico enigma histórico, a día de hoy imposible de comprobarse científicamente, por haberse contaminado dicha reliquias en sucesivas ocultaciones por peligros de profanación. Como bien dijo Sánchez Albornoz: “Creyeron los peninsulares y creyó la cristiandad y el viento de la fe empujó las velas de occidente y el auténtico milagro se produjo”

EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS: El viaje iniciático
Sabemos que el Camino de Santiago es el Camino de las Estrellas, señalado desde tiempos inmemoriales dicha ruta por la Vía Láctea. Dicho conjunto de estrellas, conforma un arco que observamos en el firmamento con orientación de este al oeste. La Peregrinación a Compostela no es sino ese camino estelar, cósmico por un lado y terrestre, telúrico por otro. Es sin duda como lo refleja lo mejor de nuestro arte románico y gótico durante sucesivas etapas del camino. Es un viaje iniciático, un camino macro y microcósmico, externo e interno, exotérico y esotérico.
Es preciso recordar, como observaba el metafísico René Guénon, que el significado de peregrino es el de “viajero, extranjero” y que a menudo dentro de muchas tradiciones espirituales, las pruebas simbólicas de la iniciación se denominan “viajes”. Igualmente nos dice Guénon que “los diferentes estadios iniciáticos se describen a menudo como las etapas de un viaje; a veces, se trata de un viaje ordinario, a veces también de una navegación”.
El Camino, a lo largo de sucesivas etapas es un auténtico libro de piedra, un libro para leer a través de símbolos. Recordemos que en el mundo de la Tradición Unánime, el lenguaje de la religión es el simbolismo y que a su vez el simbolismo es una realidad concreta que se basa en analogías reales.
El Camino, reiteramos, es un viaje y en sí una aventura espiritual. En este viaje, en el camino de la peregrinación tenemos que tener en cuenta su capacidad transformadora. Y con la atención y la permeabilidad especial, durante ese período la capacidad de hacer germinar esa transmutación es virtualmente posible.
Es una auténtica prueba iniciática, el esfuerzo continuo y gradual en lograr el “desapego”. En la Alquimia se entiende por “quemar las cortezas” y en la masonería operativa “dejar los metales”. El Camino es el sacrificio del ego “para realizar la conciencia del Sí Mismo”, como señalaría Guénon. El desapego es doloroso para el ego, como para el cuerpo y la mente la dureza de las etapas a recorrer. El peregrino sabe que hay que dejar a un lado todo lo que supone un obstáculo para la realización espiritual.
Dos estudiosos del Camino, como son J.Cobreros y J.P.Morín, nos relatan que,”estamos viviendo un deseo de retorno a la autenticidad y esta experiencia del Camino, vivida teniendo presente su significado que iremos meditando a lo largo del mismo, nos permitirá revisar una serie de nociones, de perspectivas fundamentales, remontar milenios de pensamiento, acercarnos a modos universales de concebir y actuar en sentido de una eterna superación”
PEQUEÑOS APUNTES SOBRE LAS PEREGRINACIONES
Roma, Jerusalén y Compostela son las tres grandes ciudades de la Cristiandad, así como de las peregrinaciones medievales. Excepto Roma, las otras dos ciudades están vinculadas a un sentido de Cruzada.
Para Dante Alighieri, romeros son quienes van a Roma, palmeros quienes van a Jerusalén y peregrinos los que van a Compostela. Así lo expresa en el capítulo 40 de su “Vita Nuova”,”Peregrinos puede entenderse en dos sentidos, uno amplio y otro estricto. En sentido amplio es peregrino cualquiera que se encuentra fuera de su patria; en sentido estricto no es peregrino sino aquel que va a la casa de Santiago o vuelve”
Según estudiosos del mundo jacobeo, el primer peregrino europeo sería el bávaro Gontescalco, allá por el año 930.
Posteriormente, en el año 959 llegaría hasta la sede apostólica jacobea el abad de Montserrat, Cesáreo. En el año 970, Compostela es arrasada por Almanzor, respetando el sepulcro pero obligando a cautivos cristianos a transportar hasta Córdoba las campanas de la catedral. Años después se toma la revancha. Cuando Córdoba dejó de ser islámica, prisioneros musulmanes retornaran hasta Compostela las reliquias robadas.
Dinastías de reyes astur-galaico-leoneses, reyes y emperadores medievales que lideraron la reconquista inicialmente y antes establecieron fronteras en el Duero, Tajo y Guadalquivir, siempre se encargaron de favorecer el asentamiento de colonos, especialmente de francos en diversas villas. Pero será la orden francesa de Cluny, quienes crean la auténtica infraestructura asistencial a lo largo de la ruta. Y acaba por complementarse con la creación de la Orden militar de Santiago para la defensa y seguridad de los devotos viajeros.
En el precioso libro del ferrolano Gonzalo Torrente Ballester, “Compostela y su Ángel”, podemos leer una narrativa de suma belleza sobre la historia de las peregrinaciones jacobeas. Muchos personajes ilustres caminaron por sus piedras y cruzaron sus múltiples puentes, como por ejemplo el propio Cid, allá por el año 1064. En el 1065 llega la primera peregrinación masiva procedente de los países bajos, salida la expedición desde Lieja. San Guillermo de Vercelli y San Teobaldo de Mondovi, en el 1098 son los primeros peregrinos santos.
En el 1140, Aymeric Picaud, escribe la primera guía turística del mundo, donde describe y pormenoriza sobre la ruta jacobea, dividiendo el camino en 13 etapas perfectamente delimitadas. Es el conocido “Liber Sancti Jacobi”, incluida en el libro V del “Codex Calixtinus”.
Sofocadas las revueltas de los burgueses compostelanos contra el arzobispo Xelmírez, se instaura por orden papal en el 1126 el primer año santo compostelano. Fue también en esta época cuando la peregrinación a Compostela entró en pleno apogeo y el obispo Xelmírez, aspirando a organizar la ciudad santa a semejanza de Roma, creó la primera armada con el pretexto de combatir en el mar a los normandos y árabes. Los frentes en aquellos tiempos no fueron solo contra los musulmanes, sino también contra los vikingos. Xelmírez fue de hecho como un rey y el propio papa Honorio II llegó incluso a temer la creación de un posible antipapa en la ya establecida sede compostelana.
En el 1203 llegan las peregrinaciones masivas de Alemania y alrededor del año 1213-15 llegó un peregrino ilustre y grande entre los santos de la cristiandad como fue Francisco de Asís.
Jean de Brienne, rey de Jerusalén llega en el año 1224 y en el 1270 llega la princesa sueca Ingrid con su séquito. En 1325, la Rainha Santa portuguesa, Isabel, peregrina y ofrenda ante la tumba. En 1394 los peregrinos ingleses acuden masivamente, así como en 1434, autorizados por Enrique VI. Y en 1445 la afluencia de peregrinos de toda Europa es inenarrable. En 1488 los Reyes Católicos peregrinan y volverán como acción de gracias en 1496, finalizada la Reconquista.
Otros personajes ilustres de la historia de Europa que recorren el camino son el pintor flamenco J. Van Eyck, Raimundo Llul, Eduardo I de Inglaterra, Luís VII de Francia, San Vicente Ferrer así como el X Duque de Aquitania y Conde Poitu, sin olvidarnos de Felipe II que visita la tumba antes de embarcar a Inglaterra para casar con Maria Tudor.
El declive del Camino viene en los siglos XVI-XVII. Caerá un tanto en el olvido. 400 años después se despertarán de nuevo sus piedras, el dragón telúrico sigue con aliento.
SANTIAGO PEREGRINO Y MATAMOROS: El hijo del Trueno
Las representaciones más frecuentes del santo a lo largo de la iconografía del camino, son dos: Santiago como peregrino y viajero y la otra como la de guerrero y batallador contra el enemigo islámico.
Santiago peregrino tiene dos símbolos que son el bastón y la vieira o concha. Sobre la faceta del viaje espiritual acabamos de hablar y sobre el epíteto atribuido a Santiago batallador y como “hijo del trueno” hablaremos ahora.
Históricamente el Camino fue en la Edad Media la vía de introducción en nuestra península del arte sagrado románico y gótico por parte de órdenes monásticas tanto del Cluny como del Císter. Igualmente sirvió de catalizador de los pueblos cristianos peninsulares de su lucha contra el invasor musulmán. Y en aquellas mentalidades medievales, el sentido de cruzada era innegable.
Santiago se convertirá así en patrón de los ejércitos cristianos peninsulares, en el conocido Matamoros. Según algunos historiadores, al arzobispo compostelano Diego Xelmírez ordena escribir la “Historia Compostelana” y de ahí que se le atribuye su invención del epíteto de matamoros. Aunque como es sabido, legendariamente, Santiago Matamoros aparece en el imaginario colectivo a partir de la famosa batalla de Clavijo, cerca de Logroño, allá por el año 842. Eran tiempos del rey Ramiro I, al cual se le aparece en sueños el Apóstol prediciendo la victoria. Eran tiempos en la que los cristianos del norte ofrecían importantes y fuertes tributos al Califato andalusí, entre ellos las famosas Cien doncellas. De dicho tributo, tenemos los frescos románicos de la catedral gallega de Mondoñedo. Y cuenta la leyenda que el rey astur Ramiro I (842-850), constructor de bellezas arquitectónicas prerrománicas (iglesias-palacetes) en Asturias, fue aupado al poder por los condes gallegos, recelosos del poder de los nobles cántabros y astures. Con probabilidad fue nombrado rey en Lugo poco antes de morir su pariente Alfonso II.
Santiago asume así en las Hispanias atributos caballerescos al igual que el Arcángel Miguel o San Jorge. Y ese atributo guerrero no solamente sería “invención” de la apologética eclesiástica para dar impulso a la cruzada cristiana contra el Islam en nuestra península, sino que también emparentaría de alguna manera con el saber y el conocimiento oculto de los antiguos canteros medievales.
Según el estudioso de la Tradición Perenne, Jean Tourniac, los “Compañeros” (Compagnones), canteros franceses que trabajaron en la construcción de iglesias a lo largo de todo el camino, serían quienes le atribuirían a Santiago el epíteto de hijo del trueno, así como a Juan el Evangelista. Y como apunta otro estudioso del mismo género, Antonio Medrano, nos recuerda esa vena de la espiritualidad pagana insertada en la Edad media católica: “no pueden pasarse por alto las similitudes o paralelismos entre Santiago y el Thor germánico. Por su carácter belicoso, muy semejante al de Thor, dios del trueno y de la tormenta, el Apóstol cuyos restos reposan en Compostela era llamado “el hijo del trueno”. La misma T que parece erigirse en eje de su nombre sugiere la T de la palabra “trueno” y “tormenta”, así como la forma en T del martillo atronador del dios luchador y defensor del orden. Los nombres Tiago y Diago (Diego) con que se le designaba en la Edad Media –resultantes de errónea división de San-tiago, Sanct-Tiagus- no dejan de guardar una cierta analogía con los nombres de Thor y Donner-Donar, atribuidos al empuñador del martillo Myolnir”.
EL ESTALLIDO DEL ROMÁNICO.
Como nos recuerda el metafísico F. Schuon, el arte sagrado está hecho para vehicular las presencias espirituales, ayudando al hombre a encontrar su propio centro, ese núcleo que ama a Dios por naturaleza. Así pues, en nuestra Edad Media, el estallido del románico a lo largo de la ruta compostelana se plaga de iglesias, algunas de ellas con milagros equinocciales como San Juan de Ortega o grutas iniciáticas como San Juan de la Peña. También es destacar la enigmática iglesia octogonal de Eunate y el castillo templario de Ponferrada con sus torres hechas a imitación de las constelaciones del zodíaco.
Aruej, San Adrián de Sasabe, Jaca, Los Seros, Leyre, Sanguesa, Puente la Reina, Cirauqui, Torres del Rio, Estella, Logroño, Navarrete, santo Domingo de la Calzada, Redecilla, San Juan de Ortega, Frómista, Carrión de los Condes, Sahún, León, Vilafranca do Bierzo, O Cebreiro, Sarria, Portomarín, Vilar de Donas, Melide, Santiago, Fisterra, son muestras del bello románico en nuestra ruta sagrada por el denominado camino francés.
Y aquellos monumentos góticos que están a lo largo del Camino reemplazaron en muchos casos al viejo románico.
El románico une artísticamente a Europa, a merced de la Orden del Cluny. Los templos se orientaban sin excepción hacia la Jerusalén terrestre, reflejo de la Jerusalén celeste. Y a su vez, los maestros constructores traen allende Pirineos nuevas técnicas y nueva savia para nuestra península. Y esa savia se traduce con la llegada y el establecimiento de numerosas poblaciones de francos y lombardos, principalmente en tierras del Camino.
No podemos olvidar que la monacal Orden del Cister, reforzará junto con la militar Orden del Temple las villas y ciudades del Camino.
Estas obras magistrales escritas en granito, son realizadas por artesanos y cofradías de constructores, siendo conocidos los “compañerazgos” de los “Los Hijos del Maestro Jacques” (de Santiago), así como “Los Hijos del padre Soubise” y “Los Hijos de Salomón”. Estos artesanos son herederos en parte de los Collegia Fabrorum romanos. Y Janus, entre los romanos, era a la vez el dios de la iniciación a los misterios y el dios de las corporaciones de artesanos. No es por nada que los constructores de la Edad Media, como apunta Guénon, conservaran las dos fiestas solsticiales de ese mismo Janus, convertidas con el Cristianismo en los dos san Juan. El de invierno el 27 de Diciembre y el de verano el 24 de Junio. San Juan es pieza fundamental con Santiago dentro del esoterismo cristiano:” ¿no se ve inmediatamente que, con otra adaptación requerida por las circunstancias y por las “leyes cíclicas”, es siempre de la misma iniciación a los misterios de lo que se trata efectivamente?”
FINIS TERRAE, FINIS EUROPAE
Con razón Goethe dijo que Europa se forjó peregrinando a Compostela. De nuevo las viejas piedras del Camino hablan y llegan sus ecos a lo más profundo de nuestro corazón y refrescan la memoria a millares de europeos conscientes del Dragón que duerme bajo nuestros pies.
De nuevo el Camino de Europa es la ruta sagrada hacia los confines atlánticos, cara al Tir-na-Nog de los antiguos celtas, donde se oculta en el océano Atlántico el astro-rey, que tanto impresionó a los romanos que llegaron a aquellas tierras. Y así, en el hombre actual se percibe todavía un potencial espiritual enorme sin emplear que puede redescubrir en una ruta transitada por nuestros ancestros. Parafraseando al ilustre galleguista -historiador y geógrafo- Otero Pedrayo, diremos con él, que a través del Camino la hoz del druída se coronó en báculo episcopal.
El Camino de Santiago así pues, es un Camino hacia los confines de Galiza, el fin (finis-terrae) y el principio (prima-terrae) de nuestra tierra: Europa. Y más allá de nosotros mismos, como reza el canto del peregrino, “Ultreia”: “Dum Paterfamilias, Rex Universorum, donaret provincias, Jus apostolorum, Jacobus Hispanias, Lux illustrat morum, Primus et Apostolis, Martyr Jerosolimis, Jacobus egrégio sacer est martyrio. ¡Herru Sanctiagu! ¡Trot Sanctiagu! ¡E Ultreia e sus-eia! ¡Deus adiuva nos!”“
(Cuando el padre de familia, rey del Universo, repartió las naciones entre los Apóstoles, dio las Españas a Santiago, Luz que ilumina el mundo, primero entre los Apóstoles, martirizado en Jerusalén el egregio Santiago se consagró por el martirio ¡Señor Santiago! ¡Dios Santiago! ¡Y más allá, ea! ¡Y más arriba, ea!)


DESPIECE:
LA CONCHA Y EL BASTÓN, Símbolos del peregrino a Compostela

El bastón que sostiene Santiago en el Pórtico de la Gloria, es un bastón con forma de T. Ya hemos hablado de la analogía entre la T y el martillo de Thor. El bastón tiene un doble simbolismo, como apoyo y como instrumento de castigo. Después del equinoccio de otoño, ya los egipcios tenían una fiesta a la que daban el nombre de “la natividad del bastón del sol”, puesto que el día y el calor iban en decrecimiento, suponían que el astro rey necesitaba un bastón para apoyarse.
Por otro lado, el bastón servía al peregrino como defensa ante las múltiples amenazas del Camino, desde las alimañas a los salteadores.
La concha-viera-venera, además de servir para recoger agua y poder saciar la sed, según Mircea Elíade, tiene relación con la luna y la mujer. Es fuente de fertilidad y está la venera asociada al nacimiento de Venus-Afrodita. Recordemos el famoso cuadro de Boticelli del nacimiento de Venus.
Dentro de la Tradición Perenne, podemos considerar que en Oriente al igual que en Occidente, concretamente en el budismo la concha es símbolo de la buena suerte y es utilizado como alegoría de la realeza y signo de viaje próspero. Y en el Zen son atributos del maestro el cuenco y el bastón.

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