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martes, 30 de agosto de 2011

Inmigración versus Mafia

Entre os centos de falsos mitos da actual sociedade actual, está a que o Multiculturalismo e a inmigración son beneficiosas para as nosas vidas. Aquele que discrepa do "Pensamento Único" é tildado e sinalado con "sanbieitos" como nas mellores épocas da Inquisición.
París, Londres ao noso norde xá foron noticia de conflitos étnicos...agora nas terras ibéricas Salt tamén saltou recentemente à primeira plana dos diarios. Agora toca o turno a Palma de Mallorca. Semella que Mallorca é fervedoiro de problemas vencellados à perigosa combinación do tráfico de drogas. Non é nengún segredo para  toda a xente común que entre os colectivos ziganos e os nixerianos o control das drogas é un campo de batalla. Un auténtico coctel explosivo, unha bomba de reloxería é a mafia versus inmigración.  

Mais novas "maquilladas" polo pensamento único e o políticamente correcto podemo-lo ler na seguinte ligazón:       http://www.lavozdegalicia.es/espana/2011/08/30/0003_201108G30P15991.htm

viernes, 5 de agosto de 2011

Unha lección de história: Ano 400 ou como a inflacción acabou có Imperio Romano

Desde IDENTIDADE E TRADIZÓN, aconsellamos a leitura deste curioso artigo e animamos ao nosos leitores que na medida das súas posibilidades, fagan o paralelismo coa actual situación. Unha auténtica lección de historia a ter en conta, sen dúbida algunha.


Existe la creencia comúnmente aceptada que carga las culpas de la caída del Imperio Romano sobre las tribus germánicas, que, bárbaras, harapientas e iletradas como eran, tomaron al asalto una sociedad refinada, culta y próspera.


Pero una de Las verdaderas causas del f in de Roma como Imperio y, lo que es más importante, como civilización no fueron los bárbaros, si no los propios emperadores romanos, que dinamitaron su propio mundo aplicando recetas económicas que hoy nos resultan muy familiares.


En el invierno del año 211, el emperador Septimio Severo se encontraba en la provincia de Britania peleándose con los pictos. Entonces se puso malo y se murió; pero antes reunió a sus dos hijos, Caracalla y Geta, junto a su lecho de muerte y les dio un último consejo para  gobernar el inmenso imperio que les legaba: "Vivid en armonía, enriqueced al ejército, ignorad lo demás". Caracalla prometió cumplirlos, pero pronto se olvidó del primero de los preceptos y liquidó a su hermano para poder mandar él solito.


Con Caracalla empieza la decadencia de Roma. Haciendo caso a su padre, subió un 50% la paga de los soldados y se metió en nuevas guerras. Para financiar la cosa dobló los impuesto s sobre las herencias. Pero no fue suficiente, por lo que decidió devaluar la moneda: así, de paso, se podía permitir caprichos como las faraónicas termas que llevan su nombre, y cuya sala principal es más grande que el San Pedro del Vaticano.


En el siglo III no existían el papel moneda ni la máquina de imprimir billetes, así que las devaluaciones atacaban directamente al metal. Lo que se hacía era malear el metal noble mezclándolo con otros menos valiosos. El objetivo de los gobernantes que así malgobernab an era acuñar y gastar más. Caracalla pensaba que si quitaba un poquito de plata a las monedas nadie lo notaría, y él podría multiplicar a placer el dinero existente. Se trataba, en definitiva, de algo bueno para todos.
La moneda romana era el denario –de aquí viene nuestra palabra dinero–, y en origen era de plata pura. En tiempos de Augusto, el primer emperador, cada denario estaba compuesto en un 95% por plata y en  un 5% por otros metales, como el bronce. Un siglo más tarde, con Trajano, el porcentaje de plata era del 85%. Ochenta años más tarde, Marco Aurelio volvió a depreciar el denario, que ya sólo tenía un 75% de plata. El denario, pues, se había devaluado un 20% en dos siglos. Algo más o menos tolerable. Caracalla, muy necesitado de efectivo para sus gastos, devaluó el de nario hasta dejarlo con sólo un 50% de plata; es decir, lo devaluó un 25% en un solo año.


El áureo –de oro, lógicamente– también perdió valor por imperativo legal. Durante el reinado de Augusto, de cada libra de oro salían unas cuarenta monedas. Caracalla estiró la libra hasta sacar unas cincuenta monedas, que, naturalmente, mantenían el valor nominal; pero no el real.