La caída del muro supuso un cambio de paradigma geopolítico a escala planetaria. El mundo bipolar y sus equilibrios habían pasado a la historia, y la potencia vencedora de la Guerra Fría, los Estados Unidos, pretendía convertirse en el poder único y hegemónico en el nuevo tablero internacional, en eso consistía el mesiánico Nuevo Orden Mundial proclamado por G. Bush.
A pesar de victoria en la Guerra Fría y de su enorme potencia político y militar, los Estados Unidos necesitaban del apoyo de sus aliados para establecer el pretendido ejercicio del poder omnímodo a escala planetaria. Sin embargo Europa, terminada la presión soviética, constató que sus intereses respecto a Estados Unidos eran cada vez más divergentes, y la potencia norteamericana pasó paulatinamente de ser concebida como el supuesto paraguas protector contra el comunismo a percibirse como un rival económico y político. En este contexto, los ideólogos del Pentágono intentan reforzar sus posiciones, manipulando y popularizando la famosa teoría del británico Samuel Huntington conocida como “Choque de Civilizaciones”. Curiosamente en las “civilizaciones” que establece esa teoría Europa no aparece como una unidad, sino que está dividida en dos: la parte oeste que junto a Estados Unidos constituye la “civilización occidental; y la Europa del este que junto a Rusia es la “civilización ortodoxa”. La manipulación ideológica de esta taxonomía, es detectable por un niño de la ESO. Por supuesto otra de las civilizaciones que entra en el juego de los “choques” es la turco-árabe. Implícitamente la coartada está clara: Europa occidental tiene que apoyar a los Estados Unidos porque juntos pertenecen a la misma civilización en inevitable coche con las otras (Rusia, mundo islámico, China), que casualmente son los potenciales enemigos de Estados Unidos, pero no de Europa, de la que Rusia es parte integrante.
Tras los atentados del 11S, Estados Unidos encuentran la argumentación perfecta para lanzar una campaña militar cuyo objetivo real es el control de las zonas petrolíferas del golfo (Irak) y de la ruta de la seda por la que aún hoy fluyen materias primas, armas y sobre todo heroína (Afganistán). Para los Estados Unidos, los atentados del 11S son obra del islamismo wahabita afgano (que ellos mismos habían organizado y armado contra la Unión Soviética), y esto justificaría no sólo su intervención en Afganistán, sino también en un país gobernado por un régimen no islamista sino laico, nacionalista y socializante como era el Irak de Saddam Hussein. El frágil argumento de la “cruzada contra el islam” era lanzado urbi et orbe. El objetivo era que las opiniones públicas de los países europeos, toda ellas con un fuerte rechazo hacia la inmigración musulmana, apoyasen que sus gobiernos se aliasen con los Estados Unidos en una agresión unilateral a países soberanos como eran Irak y Afganistán. Para remarcar un poco más la falacia de esta pseudocruzada conviene recordar que Estados Unidos mantenía y mantiene las mejores relaciones de todo tipo con las dos principales monarquías integristas del mundo: Arabia Saudita y Qatar.
Sin embargo las aventuras bélicas del Tío Sam, que sólo buscaban su propio beneficio, no fueron acogidas precisamente con entusiasmo en las cancillerías europeas. Ni Jacques Chirac ni Gerhard Schöeder parecían precisamente enrolarse con entusiasmo en invasiones de aquel Irak anatemizado como parte de lo que se llamó ni más ni menos que “Eje del mal”. Ambos sabían que implicarse en esa guerra no iba reportarles ningún beneficio y sí enfrentarse a sus respetivas opiniones públicas muy contrarias a la intervención en Irak. Fue precisamente entonces cuando en series y películas producidas en Hollywood empezaron a aparecer películas con “malos” franceses a los que la “opinión pública” americana empezó a llamar despectivamente french frites, (lit. franceses/as fritos, que es el término usado en Estados Unidos para referirse a las patatas fritas).
Hubo sin embargo, tres excepciones que sí aplaudieron con entusiasmo y participaron en la invasión aventura iraquí –no autorizada por la ONU-, Londres, Madrid y Lisboa que inmortalizaron en la ignominiosa foto de las Azores. Aznar seguía una de las dos tendencias de la política exterior española: la proatlantista de la que fue ejemplo su mentor, Manuel Fraga -conocido por su fidelidad a Londres- y que ahora el propio Aznar agudizaba y convertía en sumisión a Estados Unidos, con botas en la mesa, acento gringo y modos deparvenu. Blair, el fiel y real aliado de Estados Unido en Europa, por lo menos sacaba partido de esta posición, siendo en esos momentos cuando Washington hizo las “gestiones” necesarias para terminar con un problema que desangraba económicamente a Westminster y desmoralizaba al ejército británico: el IRA, organización armada que como todo el mundo sabe se aprovisionaba económicamente en la comunidad irlandesa de los Estados Unidos y que tenía su base logística en Boston. Por su parte Portugal actuó como lo viene haciendo en los últimos siglos, confirmando su rol de recadero de Londres.
La intervención en Irak: caso generalizado y avance del islamismo
En diciembre de 2011, ocho años después del inicio de la invasión, Estados Unidos se retiraba de Irak, después de que ya lo hubieran hecho en años anteriores España y Reino Unido. Con la retirada norteamericana se pude dar por concluida la intervención occidental; el resultado es simplemente catastrófico.
El conflicto iraquí se salda con una balance dramático: 4.400 soldados muertos y 32.000 heridos; 150.000 civiles muertos, y 250.000 heridos, además de dos millones de exiliados, entre ellos muchos cristianos, que huyen de la nueva situación política del país. “Irak, mártir: una catástrofe americana” titula en su blog el eurodiputado del Front National, Bruno Gollnisch, efectivamente el país árabe está sumido en el caos más absoluto, del que es difícil prever su salida.
Queda patente que la lucha contra el islam era una patraña. El régimen de Hussein tenía ministros cristianos, Tarek Aziz, encargado de Asuntos Exterior y “de facto” número dos del régimen de Sadam Hussein. Los cristianos iraquíes, católicos de rito caldeo, como lo era el propio Aziz, gozaban de una enorme libertad y de posiciones importantes en la sociedad y el gobierno iraquí; tras la “cruzada” occidental, Aziz fue condenado a muerte y se inició una dramática campaña de persecución y crimen contra los cristianos que todavía dura.
Consecuencia de la “liberación” americana, Irak se encuentra dividido en tres zonas, una más pequeña al norte dominada por los kurdos; el centro es sunita, donde el integrismo de inspiración saudí domina la escena policía; y el sur está en manos chiitas y políticamente es poco más que una prolongación del vecino Irán. Los chiitas, que controlan el teórico gobierno, están en guerra civil contra los suníes. Kurdos y chiíes amenazan con la escisión del país y crear sus propios estados. El Kurdistán independiente crearía una fuerte inestabilidad en las vecinas Irán, Turquía y Siria, donde hay también territorios kurdos; el Estado chiita del sur de Irak sería, a efectos prácticos, una provincia iraní más.
Y en todo este caos, hay que recordar que siguen sin aparecer el menor rastro de aquellas famosas “armas químicas” que provocaron la invasión, y que nuestro ex presidente José María Aznar, todavía afirma “estar seguro de que existen”.
El panorama en Afganistán no es muy diferente, el pretexto esgrimido por la Casa Blanca para invadir el país era “terminar con los talibán”, ahora que la Casa Blanca prepara su retirada –el presupuesto no da para más- el país sigue y seguirán en manos de los talibán.
Irán y Siria: sí es petróleo casi todo lo que reluce.
La llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, no cambió en nada los objetivos y los resultados de la política exterior norteamericana. Bajó la dialéctica mesiánica de la etapa anterior, pero la lógica expansiva e imperialista siguió y sigue siendo la misma que en época de Bush.
Después del cambio de escenario político que han supuesto las primaveras árabes, Estados Unidos ha señalado sus dos próximos objetivos: Siria e Irán. En ambos casos los intereses norteamericanos no coinciden en absoluto con los europeos que deben alzar una voz propia e independiente en los conflictos señalados. Los representantes de los partidos identitarios europeos ya se han expresado en este sentido.
El régimen sirio es sostenido y sólo podrá sobrevivir gracias al apoyo ruso, que en esta ocasión –y visto lo sucedido en Libia- no está dispuesto a abandonar a su último aliando mediterráneo. Los intereses norteamericanos pasan por apoyar la rebelión que probablemente terminaría con la desmembración del país y el debilitamiento en pequeños estados enfrentados entre sí y sin la menor capacidad de influencia en la zona. Como advierte de nuevo Bruno Gollnisch (FN) Francia debe permanecer al margen de cualquier intento de agresión al régimen de Damasco orquestado desde la Casa Blanca y con el apoyo de los regímenes islamistas de Arabia Saudita y Qatar, como ya advirtió en el caso de Afganistán, recuerda ahora al Nicolas Sarkozy que “hacerlo supondrían una sumisión de Francia al Nuevo Orden Mundial”. Gollnisch en su artículo titulado “Siria, ¿la próxima en la lista?” menciona las afirmaciones del profesor emérito de Ciencias económicas de la Universidad de Ottawa, Michel Chossudovsky, en las que afirma que “los medios británicos confirman la presencia de las Fuerzas Especiales Británicas (UKSF) entrenan a los rebeldes sirios”, según añade en colaboración con la CIA. Para el experto canadiense “estas relaciones confirman sin duda una interferencia extranjera en los asuntos internos de un Estado soberano, las insurrecciones y la muerte de civiles han estado desde el principio apoyadas por potencias occidentales. Los agentes de Estados Unidos, Reino Unido y Turquía han armado a los rebeldes, violando así el derecho internacional. Se confirma que los rebeldes son apoyados por miembros de organizaciones asociadas con Al-Qaeda”.
En cuanto a Irán, la escalada de tensión entre Irán y Estado Unidos va en aumento, siempre con el telón de fondo del enfrentamiento solapado y permanente entre Israel –que quiere forzar la intervención militar de los Estados Unidos contra Irán- y el gobierno de Teherán. El último episodio de esta escalada es la imposición de sanciones a Irán y la prohibición de comprar crudo iraní a la que Estados Unidos quiere que se sume la Unión Europea. Una prohibición que atenta contra la economía europea –y también la española- que se vería obligada a comprar crudo saudí y de otros aliados norteamericanos a precio más alto, y que poco afectaría a Irán que podría vender ese mismo petróleo a China.
En este sentido nos remitimos a las declaraciones del eurodiputado del FPÖ, Andreas Mölzer, en las que pide que laUE se oponga a estas sanciones por los motivos argumentados, señalando que Bruselas no debe someterse a los dictados de Washington sino mantener una postura propia y pacificadora en Oriente Medio. Por su parte el otro diputado del FPÖ en Estrasburgo, Franz Obermayr, recordando que el boicot al petróleo iraní sólo favorecerá a China y debilitará geoestratégicamente a la UE, afirma que la ofensiva de los Estados Unidos en Próximo Oriente sigue una lógica expansionista tendente al dominio y control absoluto de la zona, advirtiendo sobre la posibilidad de que dicha política acabe provocando una guerra abierta en Oriente Medio de consecuencias catastróficas.
Concluye Obermayr (FPÖ) con una afirmación que hacemos nuestra, “Europa debe emanciparse lo más pronto posible de los intereses anglo-americanos”.
Enric Ravello
Secretario de relaciones nacionales e internacionales de Plataforma per Catalunya.
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